Sabes que me encanta tenerte cerca. Me encantan tus miradas de "lo tuyo no tiene solución". Adoro tu pelo y la forma en que tus brazos se balancean suavemente cuando te sientas en una silla. Daría un mundo por despertarme cada día con tu sonrisa, esa que provoca que una chispa ilumine tus ojos. Lo que mas me gusta es conseguir que me mires con atención, con un atisbo de sorna, ya que sabes leer en mis ojos un "te comía". Me gusta que juegues conmigo al tu la llevas, por aquello de poder acercarme mas de lo establecido a ti. Sí, esa es la palabra: cercanía. Fue esa la razón por la que me enamore de ti. Me diste todo lo que un día quise. Fuiste el primero que me dio una seguridad y un cariño. ¿Recuerdas? Eras el único que conseguía que un mal día se convirtiera en maravilloso. Bueno, eras y sigues siendo. Por mucho que cierre los ojos pensando en él y cuente hasta diez, lo primero que veo al abrirlos eres tú. Porque, la dependencia que tenía hacia ti me hizo pasarlo muy mal, ¿sabes? Si tu te habías levantado con el pie izquierdo y no estabas de humor para hacerme la gracia; nadie lograba hacerme remontar el vuelo. Pero ahora es diferente. Si bien él no fue capaz de que me olvidara de ti, si pudo distraerme y desengancharme en cierta manera. Por eso hoy te puedo decir, que me tienes para lo que quieras; y que, de momento, creo que podré ser feliz a mi manera, sin encorsetar mi felicidad a tu presencia. Aunque eso no quiere decir que no lo daría todo por ti.

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